Artistas

El Barrio

Biografía

José Luis Figuereo Franco, El Barrio, creía haber llegado al Non Plus Ultra de su música. En los últimos meses se ha debatido entre las dos columnas de Hércules, fundador de Cádiz, o quizá “entre las dos aguas” de su admirado Paco de Lucía. Pero está visto que lo suyo es luchar contra el tiempo y el destino. No tiene nada que ver con la suerte, un hechizo o cualquier forma de superstición.  Es un superhéroe que consiguió pasar de guitarrista-soldador de astilleros a fenómeno de masas, un forastero de las corrientes musicales al uso que creó su propio sonido, un mesías de la periferia del flamenco, un intruso en el mundo de las multinacionales discográficas capaz de guardar fidelidad a la compañía andaluza independiente que le dio la oportunidad.

Ediciones Senador presenta Duermevela, el nuevo trabajo de El Barrio, un combate contra las horas muertas y el tic-tac del reloj,  contra su doble alma de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, del que sale ileso. El resultado de esa batalla interior librada en los últimos meses es un disco irresistible, superior, maduro, el principio de algo nuevo. Duermevela es el disco número nueve de un artista que se entregó con nueve años a una guitarra sin acordes. Duermevela contiene trece canciones, una instrumental, y llega a nuestras manos trece años después de Yo Sueno Flamenco (1996).

Duermevela es el trabajo más complejo de El Barrio, el resultado de una larga etapa de insomnio artístico, de la gestión de su soledad y aislamiento creativo. Su evolución personal, la estabilidad sentimental y su hija, que participa en el disco recitando un poema, le han hecho madurar hasta influir en la forma de afrontar su carrera. El éxito absoluto de su último disco La Voz de mi Silencio no le ha dejado dormir profundamente. Desde que fue número uno en ventas y batió todos los récords de asistencia a conciertos en su última gira, su sueño es ligero y fatigoso. El reto es no defraudar, mantenerse, responder a las expectativas. Por primera vez, El Barrio tiene miedo a no gustar, pero eso ya es imposible. Duermevela es igual pero no es ni mucho menos lo mismo y es más de lo mismo pero no es ni mucho menos igual. Suena a El Barrio pero es un escalón superior. Y los “barrieros”, esa nueva clase social con himno propio y reivindicativo de la alegría de vivir, sabrán valorarlo.

Duermevela es un trabajo conceptual en el que cada tema es una representación de sus pensamientos expresados de forma hiperrealista o surrealista, en ocasiones. Más que nunca se hace cronista callejero, un observador de la realidad, un articulista de opinión que ajusta cuentas con el mundo. Fiel a su estilo, las letras vuelven a utilizar distintas figuras retóricas, expresiones urbanas, lenguaje cotidiano y estribillos pegadizos. Desde el punto de vista musical ya no hay dudas. El Barrio es un rockero de pura cepa. El rock gana por primera vez a los sonidos flamencos. No hay empate. Es su primer disco de rock aunque no olvida sus orígenes. Ni puede ni le da la gana.

El Barrio derriba ideologías y prejuicios. No se casa con nadie. Otra vez pone  el dedo de sus letras en las llagas de la vida, escruta el mapa de los más puros y sucios sentimientos humanos y se enreda en laberintos amorosos que no tienen solución.

En Mi amor es el príncipe azul de su hija a la que guía por los cuentos de Peter Pan, la Cenicienta, Gepeto, Blancanieves, la Sirenita, Popeye y el Rey León, entre otros. Como llora el amor, un rock progresivo andaluz que recuerda a los inicios de Triana y Alameda, es la canción de un padre frustrado a un “angelito” que venía camino de formar parte de su familia pero no llegó a su destino. El paso del tiempo aparece en una hermosa bulería de amor, Made in….,  dedicada al poeta Antonio Machado. La constante del desamor permanece en tres temas: Patio de Naranjos, otra bulería en la que se declara barco de papel en medio del océano de la persona amada; Historias de Carretera, una canción sobre el olvido con los testimonios de la radio de madrugada como telón de fondo; y Ahora, un rock brutal en el que “la vista ya no alcanza el color de la esperanza”. Su versión de crítico social toma forma en varias canciones: Crónicas de un Gay, con estribillo hostil hacia la posición de la Iglesia Católica; la surrealista Crónicas de una loca dedicada a la soledad con final de esperanza ya que “cantando duelen menos los dolores”; Moda, donde con la excusa del cambio climático se refiere a la crisis económica, el estado de la justicia, el narcotráfico, la inmigración ilegal o las nuevas leyes de tráfico; y Réquiem por una Magdalena, tema estrenado por Marta Quintero con el que ya se adelantó al debate actual sobre la prostitución trabajando en la frase bíblica “El que de vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra”. Duermevela incluye además un homenaje a José y Delfín Amaya, Los Amaya, con su particular versión del histórico éxito Vete y la rumba Aquellos maravillosos años, nostalgia de todas sus rumbas anteriores con declaración de admiración a Peret y la perspectiva de quemarla en los directos.

Para llegar hasta Duermevela, El Barrio ha luchado mucho. El hombre y el artista no son la misma cosa, no tienen los mismos intereses. El hombre reacciona a la fama haciéndose más inaccesible, rodeándose de los suyos y sin salir de casa. El artista se aclimata, por oficio, a las más diversas situaciones, se muestra audaz, versátil, crítico y hábil en la creación, cumplidor y formal en su relación con la industria y el público. Aceptando el vedetismo pero detrás del sombrero hasta burlarse de sí mismo. En esa frontera es humano, alguien indeciso y nervioso que ha cumplido su sueño pero al que el triunfo obliga a una duermevela permanente.

El hombre del sombrero sabe que está en una etapa peligrosa que puede convertirle en un hipocondríaco profesional. El Selu ya lo es. La promoción, la carretera, los aviones, las entrevistas son un tormento para aquel niño del barrio de Santa María que se entregó ingenuo en los brazos de la música.  Sin embargo, el artista lucha y se transforma. El Barrio es feliz cuando encuentra la inspiración en medio de la noche, cuando inventa música entre gemidos y mueve las manos como si tocara la guitarra, la batería o los teclados. El Barrio se gusta cuando flirtea con el lenguaje y encuentra las palabras justas para unir la calle y el alma, lo descarnado y lo poético. Y sobre todo, se siente grande cuando termina la tortura de la espera, sube al escenario y canta la primera canción. Entonces sí. Sabe que nació para esto, que luchó para esto, que lo ha conseguido, que es un privilegio.